Amanecer – La herencia
A simple vista, no me había heredado nada. De hecho, todo lo contrario: su muerte me había llenado de deudas.
Pero para eso están los amigos, ¿no? Para ayudarte a cargar con ellas. Yo en ese aspecto, tenía mucho que compartir.
Siempre he pensado que lo que más enriquece al ser humano es viajar y, paradójicamente, ¿acaso no son los matrimonios y los lutos los viajes más enriquecedores? Ambos arrebatan para dar; ambos destruyen una parte de ti para crear otra; ambos te revelan el verdadero rostro de quienes te rodean. Aquellos más exuberantes terminan revelándose tacaños: tacaños con su tiempo, tacaños con su empatía, tacaños incluso con las palabras que te dedican; tacaños que morirán en la pobreza de la soledad. Son estas personas con quien no vale la pena volver a viajar. Después de ciertas rondas con ellos, los bolsillos se desgastan hasta llenarse de hoyos. Para cuando nos damos cuenta, todo se nos resbala hasta los tobillos. Es así cómo nos empobrece la vida.
Por otro lado, están los que en su sencillez, se revelan abundantes. Ellos son esas monedas que incluso en la pobreza –sobretodo en la pobreza– te hacían sentir rico; esas monedas de la suerte que por más miserable que seas, no podrás gastarte jamás. Ellos son la moneda que comprará mil viajes.
De lutos y matrimonios – Parte 3/3